miércoles, 9 de noviembre de 2011

PROPAGANDA DE GUERRA. Parte II: globalización y poder en el siglo XXI

Por Óscar Curros y Nuno Leite
www.ati.es

Introducción


El potencial de la propaganda de guerra ha crecido de manera desmesurada a lo largo del siglo XX, y entra en el siglo XXI con fuerza avasalladora. En la Sociedad de la Información, la industria de la persuasión gesta procesos propagandísticos globales a las órdenes del poder dominante.

Para comprender la propaganda contemporánea, es preciso analizar la industria de la comunicación, y cómo ésta se reconfiguró a finales del siglo XX debido a la Revolución Digital.



1. Crisis de civilización y Revolución Digital

La industria de la comunicación es hoy en día un complejo entramado estrechamente ligado al poder hegemónico, el económico-financiero. Según Ramonet (1989), vivimos una crisis de civilización, una doble revolución de orden tecnológico y económico, en la cual los paradigmas del progreso y el reloj han sido sustituidos por la comunicación y el mercado, respectivamente. En este contexto, los media, antes conocidos como cuarto poder, han cambiado su función. Han pasado a ser el segundo poder, “en términos de influencia global y general sobre las sociedades”.

La nueva economía es informacional y global. Castells (1997) señala que estos dos rasgos están ligados entre sí, y son fruto de un punto de discontinuidad histórica surgido en las dos últimas décadas del siglo XX. “El nuevo paradigma tecnológico, organizado en torno a nuevas tecnologías de la información más potentes y flexibles, hace posible que la misma información se convierta en el producto del proceso de producción. Para ser más precisos, los productos de las nuevas industrias de la tecnología de la información son aparatos para procesar la información o el mismo procesamiento de la información”.

La Sociedad de la Información tiene, para Ramonet (1989), tres características fundamentales:

1. Sobreabundancia, frente a la escasez de siglos pasados.
2. Extremada rapidez, en contraste con el ritmo lento de otros tiempos.
3. Su valor es esencialmente comercial. “La información es, antes que nada, una mercancía. En tanto que mercancía está esencialmente sometida a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, y no a otras reglas como podrían ser las derivadas de criterios cívicos o éticos”.

Estos fenómenos implican transformaciones importantes:

1. En el concepto de información. “Hoy informar es esencialmente hacer asistir a un acontecimiento”.
2. El principio de la actualidad ha sido modificado por la televisión, “el medio dominante”, que “impone como “actualidad” un tipo de acontecimientos que son específicos de su campo, unos acontecimientos especialmente ricos en capital visual y en imágenes”.
3. El concepto de verdad se rige por el principio “si todos los -media dicen que algo es verdad, es verdad”.

La revolución digital ha difuminado las barreras entre los media, que convergen hacia el sistema binario, el multimedia. Además, se crean redes en las que pueden interconectarse “todas las máquinas cerebralizadas”

Ramonet destaca, como un fenómeno de enorme importancia, la existencia de “un sistema de producción superabundante de informaciones”. Un sistema que tiene fallos estructurales: “hoy estamos convencidos de que una información de tipo cuantitativo no resuelve los problemas que nos planteamos. La información debe tener un aspecto de orden cualitativo, sin que sepamos muy bien lo que esto quiere decir. Pero sabemos que pasa por dos cuestiones: la credibilidad y la fiabilidad”. Todo ello implica que en la actualidad la principal forma de censura sea ya no la ausencia de información o la prohibición de su difusión, sino la sobreinformación.

Wolton (1999) advierte que “la información sigue siendo hoy tan frágil como ayer, pero por razones diferentes”, y asegura que “el hecho estructural más importante para comprender la crisis de la información es, pues, el peso excesivo del acontecimiento en relación con la comprensión de la realidad”. El autor indica los factores fundamentales que causan la “presión demasiado fuerte de los hechos”:

1. La tiranía del instante. “Se sabe todo, de todos los rincones del mundo, sin tiempo para comprender”.
2. El papel de las guerras, que “provocan un tratamiento excepcional de la información”. El autor se pregunta: “¿hasta dónde es compatible el derecho a la información con las obligaciones de la guerra, o sea, de la censura y de la política? ¿A partir de cuándo la mentira, el silencio o la autocensura se convierten en parte adherida a la información?”.
3. Las situaciones de crisis sociales o políticas. Éstas son “reveladoras de otra contradicción de la información triunfante. La cobertura rapidísima de las crisis no es en absoluto un factor para su solución” .


2. La industria de la comunicación

Medios de comunicación, publicidad y relaciones públicas son los grandes sectores de la industria global de la comunicación. Según Pozas (2004), “el 11-S despertó más esta Industria en Estados Unidos. Se están usando más recursos y más profesionales y se están creando más medios propios del gobierno americano en zonas como Oriente”.

Los medios de comunicación tienen tendencia a concentrarse e integrarse en grandes corporaciones a nivel mundial, como Time AOL Warner, Disney o Bertelsmann, dedicadas a actividades diversas como el ocio, la información o el cine.

Wolton (1999), denomina “pirámide invertida” al sistema contemporáneo de producción de la información, ya que “menos de veinte mil periodistas, si se suman las tres grandes agencias occidentales (Associated Press, Reuter, France Press), crean la aplastante mayoría de las informaciones que utilizan los media del mundo entero”.

Respecto a la publicidad, Pozas (2004) considera tal su importancia que “sin ella no se concibe el capitalismo”. El gasto mundial en publicidad (sólo por parte de empresas) ascendió en el año 2002 a 450.000.000.000 dólares, de los cuales 235.000.000.000 se gastaron en EEUU, y los restantes en otras partes del mundo. Pozas cree que esta concentración “anula desde el punto de vista de las comunicaciones masivas a los medios críticos”, debido al “peso de la publicidad en la programación y en los contenidos” y a que ésta “huye de todos los temas o debates que contribuyan al pensamiento crítico”.

Las relaciones públicas nacieron como “propaganda corporativa”. Bernays las concebía como “la manipulación consciente e inteligente”. Pozas (2004) las define como “actividades de influencia en la comunicación que intentan crear un clima favorable a la entidad que las promueve”. Las relaciones públicas funcionan como una DIRCOM de una entidad con sus públicos. Los principales clientes de estos servicios de comunicación planificada son los gobiernos y las transnacionales. Las relaciones públicas juegan un rol fundamental en situaciones de crisis, y los momentos de crisis más álgidos son las guerras.

Una agencia de relaciones públicas transnacional como Hill & Hill & Knowlton tiene un capital de 325.000.000 de dólares, 1250 empleados y desarrolla sus actividades en 24 países. Entre sus principales clientes podemos citar el gobierno de EEUU, o compañías como Philip Morris, Microsoft o Enron.

3. La opinión pública

Los modos de entender la opinión pública son diversos. Pozas (2004) indica dos posturas fundamentales: “la opinión pública puede concebirse: como objeto, y entonces es blanco de la comunicación planificada; o como sujeto, vertiente que interesa como respuesta a la otra”. Así, la opinión pública “estalla cuando se enfrenta a situaciones excepcionales” .

Un ejemplo de movilización cívica a escala global fueron las protestas de febrero de 2003 contra la invasión de Irak. En referencia a éstas, Chomsky (2004) destaca el alto nivel de concienciación de la opinión pública contemporánea, y destaca su potencial: “a raíz de las multitudinarias protestas a escala mundial, la prensa informó que “quizá sigan existiendo dos superpotencias en el planeta: Estados Unidos y la opinión pública mundial” (por Estados Unidos cabe entender aquí el poder estatal de la nación y no la opinión pública, o, ni siquiera, la opinión de la élite)”. Para este autor, “ya no estamos en los años sesenta, cuando la población toleró durante años y aparentemente sin chistar una guerra destructiva y criminal”. Desde su punto de vista, la diferente capacidad de reacción por parte de la sociedad se debe a “los movimientos civilizatorios de los últimos cuarenta años”.

Por su parte, una muestra de la visión de la opinión pública como objeto es el uso de la propaganda, un modelo de comunicación unidireccional emisor-receptor que funciona como un mecanismo de dominación. Chomsky (2004) asegura que las formas de control de este tipo son una constante en todos los sistemas políticos. “El reconocimiento de que el control de opinión es la base de todo gobierno, del más despótico al más libre, se remonta por lo menos a David Hume, pero hay que hacer una salvedad. El fenómeno cobra mayor importancia en las sociedades más libres, donde la obediencia no puede ser garantizada por el azote”.

La transición entre estas dos concepciones de la opinión pública guarda una relación directa con el derecho a la información. Así lo explica Pozas (2004): “en el momento en que la posibilidad de contrastar información desaparezca, la opinión pública pasará de sujeto a objeto”.

4. Guerras del siglo XXI

En 2001, en la invasión de Afganistán, las tácticas psicológicas operacionales (PsyOps) se usaron para desmoralizar a los talibanes y crear simpatizantes entre el pueblo afgano. Se usaron los modernos aviones EC-130E para manipular las transmisiones radiofónicas y emitir mensajes propagandísticos. Los panfletos fueron usados una vez más, ofreciendo recompensas por la captura de Osama Bin Laden.

Hoy los países contratan a grandes empresas de relaciones públicas, como Rendon o Hill&Knowlton, para investigar las tendencias en las corrientes de opinión pública y controlar la circulación de información interna y externa. Se trata de una manipulación consciente e inteligente de los hábitos.




En la actualidad, en el conflicto en Irak, Estados Unidos, ha gastado más de 520.000.000 de dólares para el esfuerzo conjunto de la comunicación gubernamental. De ellos, 200.000.000 fueron aplicados en la campaña contra Irak. Estas cifras demuestran un aumento en los recursos destinados a la propaganda, y en particular a la de carácter bélico. En la actualidad, se realizan importantes investigaciones para optimizar la eficacia de la comunicación planificada, y se usa tecnología punta.

Sin embargo, la mayor máquina propagandística del mundo, la estadounidense, no ha conseguido alcanzar todos sus objetivos, como demuestra la oposición de Francia y Alemania a la invasión y posterior ocupación de Irak.

Y, a pesar del uso habitual de eufemismos, quedan en la memoria frases inmortales tan explícitas como la empleada por el secretario de Defensa Norteamericano, Collin Powell: “somos la mayor potencia del mundo y lo demostramos”.

Conclusiones:

La propaganda de guerra se rige por “principios elementales”, como señala Morelli, citando los “diez mandamientos” enunciados por Ponsoby en 1928. Estos mecanismos mantienen su vigencia en la actualidad. Así, por ejemplo, la táctica de demonizar al enemigo fue usada durante el siglo XX, y todavía es efectiva.

Chomsky (2004), afirma que “actualmente el único modo de atacar a un enemigo mucho más débil pasa por elaborar una ofensiva propagandística que lo retrate como una amenaza inminente o quizá como un genocida, confiando también en que la campaña militar tenga el menor parecido posible con la guerra”.

Para Brieguer (2004), “La búsqueda de la legitimidad de los bombardeos sobre Afganistán contó con un elemento propagandístico fundamental: la demonización del enemigo. Tal y como sucedió durante la Guerra del Golfo, la magnificación y mitificación del poderío de Saddam Hussein, de los talibanes y del “ejército de los 20.000 hombres de Bin Laden” sirvió (sic) para obtener legitimidad y consenso para lanzar la ofensiva militar”. Además, según este autor, “el Islam, señalado como el “nuevo enemigo de Occidente” después de la Unión Soviética, es mediática, política e intelectualmente señalado como “retrasado, fanático y bárbaro””.

La “Guerra contra el Terror” de la Administración Bush ha continuado con la invasión y posterior ocupación de Irak, sin que por el momento hayan sido encontradas las ADM (armas de destrucción masiva) presuntamente en poder de Saddam Hussein. Algunos autores hablan de “Weapons of Mass Deception” (armas de engaño masivo) usadas por EEUU para controlar la opinión pública.

En la actualidad, en un mundo globalizado, la revolución digital proporciona soportes tecnológicos de gran eficacia para la propaganda de guerra. Estas plataformas de última generación se combinan con técnicas antiguas, como la distribución de panfletos, dotando a las campañas propagandísticas de una enorme versatilidad. Este factor, unido a la experiencia ganada desde la Primera Guerra Mundial, potencia este tipo de comunicación persuasiva, de modo que cabe preguntarse hasta dónde pueden llegar sus peligrosos efectos.

Resulta pertinente recordar una vieja lección impartida por Goebbels: “con una repetición suficiente y la comprensión sicológica de las personas implicadas, no sería imposible probar que de hecho un cuadrado es un círculo. Después de todo, ¿qué son un cuadrado y un círculo? Son meras palabras, y las palabras pueden moldearse hasta disfrazar las ideas”.

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