miércoles, 28 de agosto de 2013

BALTASAR GARZÓN COLABORA CON LA DERECHA GOLPISTA VENEZOLANA

Quien para algunos es un superjuez "de izquierdas" y campeón de los derechos humanos, Baltasar Garzón, ha prologado un libro de los derechistas venezolanos Marcos Tarre y Carlos Tablante, colaboradores del opositor y golpista Herinque Capriles. Esto no sería demasiado grave si el libro no fuera como es una colección de difamaciones contra el gobierno progresista de Venezuela al que llega a acusar de connivencia con el crimen organizado. De hecho, el libro se titula, Estado delicuente, muestra un kalashnikov en portada (?) y según sus autores, su finalidad es "poner en el tapete el debate sobre las redes de la corrupción que se han ido consolidando en Venezuela, vinculadas a un conjunto de delitos, muchos de ellos con la participación de funcionarios de alto nivel, beneficiados por la impunidad. Se han ido creando  las condiciones de un Estado delincuente, donde  lo lícito se mezcla con lo ilícito y quien se empeña en realizar actividades legales, está permanentemente acechado, recibiendo las tentaciones de un estado corrupto". Precisamente los autores son los menos indicados para denunciar la corrupción, ya que su jefe Capriles es uno de los personajes más corruptos de la política Venezolana por sus vínculos con la mafia anticastrista y narcotraficante de Miami e incluso se le ha relacionado recientemente en una trama de prostitución masculina.


De Garzón, no nos debe extrañar nada su proceder. Ya en tiempos participó activamente en la campaña de defensa del canal derechista RCTV y difamó al difunto Hugo Chávez diciendo que "cercenaba la libertad de expresión". Sin embargo, Garzón no se pronunció contra violencia de la derecha oligárquica contra los partidarios de Chávez ni la participación de ésta en el golpe de estado del 11 de abril de 2002. También hay que recordar que cerró el periódico Egin, simplemente porque no le gustaba su contenido. ¿Quién es el que cercena realmente la libertad de expresión?


Es verdad que Garzón intentó procesar a Pinochet y que se castigaran los crímenes del franquismo y la dictadura argentina (tras lo cual, después de ser inhabilitado por el PP y sus jueces, se fue a dicho país a hacer la rosca a la Sra. de Kirchner, quien le concedió lo que no consigue cualquier inmigrante: la nacionalidad y un buen puesto de trabajo). Pero también es verdad que si Garzón hubiera querido imponer justicia de manera efectiva en los tres casos, tuvo años para hacerlo, y no a toro pasado cuando la mayoría de los represores estaban muertos o eran demasiado ancianos para cumplir condena. Garzón usó estas acusaciones para trepar y acaparar poder y protagosnismo, no por una cuestión de justicia social. De hecho, el superjuez "de izquierdas" también fue asesor por un sustancioso sueldo del presidente ultraderechista colombiano Álvaro Uribe, a quien se le ha vinculado con la violencia paramilitar y con la violación de los derechos humanos. No es extraño pues que dos ONGs a sueldo de Washington y del capitalismo norteamericano, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, defendieran a Garzón contra sus rivales del PP. Recordemos que estas ONGs también se dedicaron a torpedear con falsas acusaciones al gobierno de Hugo Chávez. Todo cuadra: Garzón pertenece a esa "izquierda" que es casi peor que la derecha (porque oculta su proceder reaccionario tras una careta progresista), esa izquierda que tanto fomenta el poder norteamericano y sus tentáculos por estas latitudes.